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La Huella: el parador mas top del este uruguayo, ponele...

  • Adi Zapata
  • 21 feb 2017
  • 4 Min. de lectura

Desde que nos decidimos por venir a vacacionar a Uruguay lo primero que comencé a hacer en mi compu fue buscar qué lugares, tanto locales como turistas, recomendaban para ir a comer. Un poco de Google por aquí, otro poco de Trip Advisor por alla, y me armé una lista entre las cuales incluí al Parador La Huella.


Sin dudas, La Huella es el lugar gastronómico más emblemático de José Ignacio, donde un día normal te podés cruzar a cualquier famoso latinoamericano y donde las olas del mar son la mejor compañía.


Al decidirnos por José Ignacio no sabíamos que era un destino "top" de Sudamérica, tan sólo habíamos buscado en internet que playas la gente recomendaba en Uruguay e hicimos el cálculo de si nos convenía venir aquí en lugar de la costa argentina. Estábamos a 8 horas en auto, los gastos eran casi los mismos y teníamos la posibilidad de conocer un país nuevo, así que nos largamos a la aventura.


José Ignacio es maravilloso, tranquilo y de playas muy limpias donde podés observar los más lindos atardeceres, eso sí, muy glamoroso. No hay día que no nos maravillemos por la estética de las casas, y el diseño interior de los locales con muebles vintage y en colores crema y pasteles.

Otra cosa que me gusta mucho también es que se ven muchas familias, no hay jóvenes pasando en sus coches con música fuerte a las 2 de la mañana, de hecho ni siquiera hay un boliche en la zona. Es mucho bosque, una laguna, y el mar. Quizás también puede ser porque vinimos en un mes más tranquilo que Enero.

¿Que mejor que pasar el Día de San Valentín en un lugar así con el amor de tu vida? Con Dan sentimos como si estuviéramos en una especie de segunda luna de miel y nos sentimos muy bendecidos de poder vivir todo esto, apenas tres meses después de casados.

Para el día 14 de febrero la cita era más que clara, iríamos a dejar nosotros también nuestra "huella" en aquel lugar del que todos nos han hablado desde llegamos.


Fue una noche que comenzó con lluvia pero al llegar allí de repente el cielo estaba estrellado y la luna estaba brillante posando sobre el océano, como si estuviera esperándonos. Sin dudas gran parte del éxito de este lugar se debe a su ubicación.

Lo que notamos es que el camino a la puerta está cubierto de bachas y con la lluvia se hacen pequeños charcos, lo que empeora en la noche cuando no hay mucha luz. Dan mojó sus mocasines en uno de esos charcos y no tuvo el mejor inicio, pero afortunadamente rápidamente se olvidó de la cuestión.

Desde la entrada se apreciaban velas repartidas por todo el restaurante. Es un restaurante que intenta conservar ese aire cálido porque es uno de los más demandados. A pesar del gran crecimiento de la zona y la aparición de nuevo lugares que le hacen competencia sigue siendo el más concurrido. Con el tiempo fue creciendo y hoy debe tener una capacidad para atender a unos 300 comensales simultáneamente.


En el ambiente había cosas me gustaban: Jazz, velas y luces cálidas y el sonido de las olas del mar estrellándose contra la arena mientras a la vista se veía una luna casi llena.


Van a tener que perdonar la no tan buena calidad de las fotos pero el ambiente era bastante oscuro y alumbrado con luces muy cálidas y con la luz de las velas. Basta de cháchara! Arranquemos...


La panera era generosa y el pan estaba bien fresquito. Había hambre así que la vaciamos!!! No nos juzguen...

De entrada nos pedimos el especial de la noche: tiradito de corvina. Era una porción chica. Era un plato de pescado crudo al ceviche y tenía un poco de picante. Estaba un poco ácido y no nos gusto mucho, pero queríamos atrevernos a pedir algo diferente. Para que Dan me deje comiendo sola quiere decir que con él no tuvo mucho éxito. Eso no pasa muy a seguido así que aproveché mi oportunidad! :D

Para beber nos pedimos una copa de rosé y otra de cabernet-cabernet La Moras. Ambos estaban a temperatura justa.

De plato principal nos pedimos un rack de cordero con puré de calabaza y por otro lado un entrecot con verduras asadas.

La carne de cordero estaba muy bien cocinada, el acompañamiento lo eligió Dan y fue una buena combinación. Algo que podría haber quedado muy bien con la carne de cordero es una salsa agridulce, pero esa es una sugerencia nuestra.

El entrecot estaba a punto y jugoso y me impacto la variedad de vegetales que venían asados, fue bastante abundante: calabaza, zanahoria, zucchini, cebolla, remolacha y brócoli. Todo cortado y asado de forma rústica.


De postre compartimos un volcán de dulce de leche (diferente al típico volcán de chocolate) con una cookie de granola y una bocha de helado de banana, algo así como un banana split :). ¡Al postre le damos un casi 10! ¡Desapareció en un abrir y cerrar de ojos!

En el menú cobraban un cubierto de unos 85 pesos por persona aproximadamente, además de la propina que se supone que debías dejar a la moza, por lo que desde ahí ya sabes que es un lugar que sale más de lo normal. Los platos no eran baratos pero habíamos ahorrado para esta salida de San Valentín en La Huella, así que aunque nos dolió un poco el bolsillo fue una inversión que teníamos prevista.


Lo único que sentimos al final de la cena es que nos retiraban muy rápido los platos, algo a lo que los argentinos no estamos muy acostumbrados y no nos gusta mucho, ya que nos sentimos apurados. Veíamos que había gente esperando en una fila afuera así que comprendemos el porqué de esa retirada de platos al instante, pero es algo que a muchos puede no ser de su agrado.


Al final de la cena nos sorprendió un pequeño show de fuegos artificiales en la playa que armaron algunos turistas. Ello sumado a la luz de la luna que se reflejaba en el mar y la vía láctea que brillaba como una obra de arte pincelada, fue como si la noche estuviera despidiéndose de nosotros con todas sus cartas.


No se si volveremos a La Huella, pero sin dudas volveremos a José Ignacio.

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